domingo, 4 de enero de 2009

ENTELEQUIA

HEISEI No.1 • Mayo 16 2006

(En la filosofía de Aristóteles, fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona.)

"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti un resorte misterioso de un ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás.”
José Ingenieros


El Budo Taijutsu es una expresión humana, desde un punto de vista que nos ilustra extraordinariamente, sobre como procesos naturales que consideramos ajenos y que se manifiestan sutiles e imperceptibles ó estruendosos e impactantes, no están realmente fuera de nuestra condición humana.

Somos hijos privilegiados de madre natura, que hemos salido de las cavernas para dar forma al mundo en que vivimos, ciertamente imperfecto y evidentemente susceptible de ser mejorado continuamente, aunque en la mira estén los mundos virtuales, sintéticos y programados, la naturaleza pugna por la perpetuación no sólo de la vida, si no del desarrollo de la conciencia.

Pero más allá de una exposición o un acondicionamiento, el Budo Taijutsu nos incita al descubrimiento de esas cualidades genéricas y particulares que nos han hecho tanto seres humanos como personas.

Hoy son muchos los que en el mundo practican las artes marciales, desde diferentes puntos de vista, sin embargo, independiente de todas esas perspectivas, en esencia los artistas marciales de hoy como en antaño, se enfrentan constantemente a una situación de carácter vital, y esa cuestión es la vida y la muerte. Por supuesto, antiguamente, esta situación era mucho más urgente de lo que tenemos que vivenciar hoy en día.

En el entorno actual, el artista marcial tiene que enfrentarse a una amenaza, si no física si de consecuencias equivalentes; que se oculta en el interior de sí mismo principalmente, pasando desapercibido en los habituales propios pensamientos, palabras y acciones; en donde por generaciones se ha gestado un virus, declarado enemigo de la perfección: la mediocridad.

Los artistas marciales son, como todas las personas que forman parte de una comunidad, participantes de una gran masa humana y en este sentido tienen también sus cualidades y vicios potenciales; pero es un asunto netamente individual, el que el artista marcial quiera diferenciarse, ejerciendo su opción de perfeccionamiento personal. Pero esto, desde mi punto de vista, aunque importante no es una certeza ambicionada ni mucho menos alcanzada por todos.

No es en el misterio ni en el azar de este mundo, de donde surge esa necesidad de conocimiento que puede redimensionar la vida del artista marcial, pero esta necesidad, más allá de una decisión, debe ser resuelta en una acción de verdadero coraje, para poder dirigir los propios pasos hacia los duros caminos de la perfección.

En este andar el caminante despertará al constatar la realidad de su propia desaparición, así entrará en la conciencia de la muerte y de ahí descubrirá sus nexos con lo divino.

¿Cuantos artistas marciales hoy en día son tan concientes de su mortalidad?, sino hasta el momento mismo, cuando el cuchillo, la bala o el mazo destruye no solo su tejido corporal y mental, sino también su mediocridad construida en rutinas, series, esquemas, sistemas y formas, impuestos por otros, cuya parálisis no es si no el resultado de sus prejuicios.

Cuando los artistas marciales, inculcan la doctrina de la fuerza y la superioridad física como el método infalible, están negando quizás sin saberlo, la estrategia esencial que permitió sobrevivir a nuestros antecesores cavernícolas, en un entorno salvaje dominado por fieras físicamente superiores; en contraposición el hombre primitivo utilizo su inteligencia, estrategia que le permitió sobrevivir, y no solamente pudo colocarse en la cumbre de la cadena alimenticia, si no que además fue también capaz de crear una civilización.

Hoy se supone, que seguimos vías marciales que en antaño demostraron su eficacia en el campo de guerra y por lo cual merecieron su supervivencia histórica pero esto solo fue posible porque tanto sus gestores como sus seguidores entendieron la “fuerza” en términos de astucia e inteligencia y también de adaptación. ¿Cuántas castas guerreras sucumbieron ante la fuerza de las armas de fuego y del advenimiento de una era moderna?

Hatsumi Sensei, expresa la siguiente:

“No es necesario para vivir como ser humano, estar obsesionado por saber quién es fuerte y quién es débil. Un animal sí, necesita ser fuerte para sobrevivir en un entorno animal, pero las personas pueden vivir sin tener en cuenta la fuerza física.

Esta es la característica más maravillosa de las artes de lucha humanas.”


Este es precisamente el quid del asunto.

Cuando una persona decide aprender artes marciales no significa que debe involucionar, es decir, dejar de ser humano para convertirse en una bestia salvaje, creyendo que esto le hará mas fuerte y hábil para la lucha; una cosa es la inspiración en las naturales cualidades de los animales y otra muy diferente aspirar a ser como uno de ellos.

El perfeccionamiento humano tiene indiscutiblemente un lugar privilegiado en las artes marciales, aunque sus ritmos difieran mucho entre sí; pero el crecimiento de la experiencia personal depende directamente de una actitud sumisa o emancipada del yugo de la mediocridad.

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