domingo, 4 de enero de 2009

LA VIRTUD NO TIENE LUGAR EN LA OSCURIDAD DEL EGO

HEISEI No.4 • Diciembre 11 de 2007

“La mejor manera de avanzar es enseñar. Los maestros más profundos y valiosos, se consideran así porque enseñan, porque no se preocupan de su propia gloria, sino de la iluminación de sus prójimos.”.
David Carradine


Al Artista Marcial pueden invadirle pensamientos de supremacía, y por tanto tener un comportamiento arrogante que demuestra un muy pobre desarrollo espiritual; que en últimas debe ser el valor más importante a desarrollar por cualquier Artista Marcial que se precie de serlo.

Entender que los grados es “algo que tenemos” y que no es “algo que somos” cuesta mucho sin importar los años que lleves viajando, con quienes hayas entrenado, las condecoraciones que te hayan dado e incluso los libros que hayas escrito.

La verdadera misión del Artista Marcial reside en preservar su legado mediante la comprensión y la armonía, en trascender los malos pensamientos, las malas actitudes y por supuesto las malas acciones; actos como la discriminación, el prejuicio, los señalamientos y las represalias son absolutas negligencias de quien se considere a si mismo un maestro ó un instructor de Artes Marciales.

El Artista Marcial debe ser una persona que genuinamente sea capaz de amar tanto a sus maestros, como a sus compañeros y estudiantes, tolerante con sus disidentes y contradictores, que se construye a sí mismo mediante un esfuerzo interno sincero, y que finalmente se convierte en un modelo que inspira e integra.

En éste contexto la importancia dada al desarrollo personal es preponderante; pero lo es en el sentido que “sirve”, que le es útil a las demás personas y este trabajo no tiene nada que ver con el individualismo que busca la complacencia del propio ego.

Es vital que el Artista Marcial entienda que su “estatus” no lo define verdaderamente, pues tener un bajo ó alto grado en Artes Marciales al igual que poseer muy poco o mucho dinero, no le atribuyen por defecto ninguna cualidad o dignidad. El tener o no tener no es bueno ni malo, es la actitud con la que se tiene o no se tiene, pues ésta puede aniquilar la moral y la integridad de un Artista Marcial.

El término “Artista Marcial” incluye a todos los practicantes, desde el principiante hasta el gran maestro, y todos sin excepción alguna, de forma inconsciente o conciente, en un nivel inferior ó superior, deben liberarse de la dictadura del poderoso ego que combate ferozmente y he aquí porque los rangos nos resultan tan caros.

El objetivo es distinguir lo falso de lo verdadero en el crisol del entrenamiento fervoroso; mientras los más devotos y experimentados se perpetúan y se perfeccionan cada vez más, todos los demás no tienen porque sentir ninguna desventaja, aunque no puedan entender o no puedan saber todo acerca del Camino Marcial que siguen, pues tienen toda la libertad de esforzarse de la mejor manera que puedan en buscar su propio perfeccionamiento si de todo corazón desean que la espada de la violencia y la destrucción que azota el mundo se detenga.

En este sentido, un autentico Artista Marcial es una persona excepcional que reconoce que su “estatus” no le da derecho de dañar ni física, ni mental, ni moralmente a ningún ser humano en la vida; por el contrario, ha comprendido que su “estatus” le obliga a esforzarse para desarrollarse como una persona digna de confianza, y éste solo hecho despertará el interés de quienes le rodean.

De tal forma, que el Artista Marcial que de corazón tomó la decisión de ayudar y tuvo el coraje de seguir su camino con perseverancia, y que por tanto consiguió la extraordinaria habilidad de tocar el corazón de las personas, es entonces “capaz de servir” a toda la humanidad como un autentico Maestro de Artes Marciales.

“Sólo cuando una persona es poseedora de un corazón humilde es un espléndido maestro”.
Tohei Koichi

INTENTAR LA MIRADA HACIA DENTRO

HEISEI No.3 • Agosto 5 de 2007

“Cuando tu conciencia se dirige hacia fuera, surgen la mente y el mundo. Cuando se dirige hacia dentro alcanza su propia Fuente y regresa a casa, a lo No Manifestado.”.
Eckhart Tolle


De manera sorprendente, descubro como las formas externas del Budo como la de tantas otras cosas que podemos hacer en la vida, son solo eso: formas, pues es si no, concentrarse un poco y permitirse descubrir como en el fondo, se halla un mismo principio, que es un camino a la depuración del ser humano en todas sus dimensiones.

Todas las expresiones humanas en las artes marciales, naturalmente tienen que ser distintas como los son las personalidades de los individuos, y en verdad es atrayente presenciar tanta diversidad pero ahí un momento en que todo confunde, pues nuestra mirada se encuentra atrapada en las formas y solo podemos ser testigos unas y participes otras, de las contradicciones y conflictos que inevitablemente surgen.

Esto da vía libre y generalmente acrecienta cualidades poco virtuosas que todos tenemos; entonces entramos a combatir para defender estandartes e ideales de la forma que elegimos como la correcta, luchando por establecer el “debe ser así”, al tiempo en que nos convertimos en ecos inconscientes de esa oscuridad que nos instiga a someter a nuestro contradictor.

Por supuesto, esto hace relucir lo peor de nosotros mismos; pues hemos dirigido nuestra mirada a las formas, que tan diferentes y distantes parecen amenazarnos en nuestras fortalezas, que no son mas que penosas “fragilidades” disfrazadas, no hay otro camino más que aferrarnos a nuestra bandera como si de un escudo se tratara…. pues nos aterroriza perder la “forma” que escogimos, por que pensamos que ésta es la que nos define en lo mas profundo.

Podemos darnos cuenta que, este conflicto entre “formas” es solo la pantalla de un enfrentamiento mayor, en donde las otras formas y quienes practican estas otras formas, son blanco de toda nuestra frustración ególatra que se debate entre la duda y el miedo, reafirmándose y reproduciéndose continuamente en todas partes a nuestro alrededor, entonces este demonio intenta defenderse al distanciarnos a través de las formas, cada vez más de nuestro propio ser, uno que es inevitablemente luminoso y poderoso.

Las formas, infinitamente variadas y distintas se encuentran por doquier a simple vista… en tanto la esencia que es una y que también se encuentra a nuestro alrededor, no esta sino a la mirada de aquel que sabe mirar, cuya mirada penetra la forma y extrae la esencia.

Máxima es la labor del artista marcial pues debe renunciar a la arrogancia, al pesar del bien ajeno y al resentimiento tenaz, para cuando abandone el sufrimiento pueda extenderse y crecer en un nuevo estado en donde la verdadera armonía se manifieste por completo en su mundo.

Intentar entonces dirigir la mirada a la esencia y no a la forma, es lo mismo que dejar de mirar hacia fuera e intentar mirar hacia dentro, hacia sí mismo.

Esta mirada es para rebelarse contra el servilismo de la repercusión ególatra de dudas y miedos, para dejar de darle importancia a las apariencias y valorar la realidad de aquel corazón ó esencia que sostiene la espada ó la forma.

Esta mirada es para abandonar el conflicto y disponerse a aceptar todo porque deseamos superarlo todo.

¿QUIEN MERECE SER LLAMADO MAESTRO?

HEISEI No.2 • Marzo 28 de 2007

“En cuanto a lo que se refiere a encontrar en otra persona a aquel que podéis considerar como Maestro y que sea capaz de acompañaros en la Vía, es un tema delicado; es preciso en verdad que escuchéis al Maestro Interior, esta voz en vosotros que está más allá de la conciencia. Según mi punto de vista, el Maestro es aquel que despierta al Maestro en otro”.
Karfield Graf Von Durckheim


Las Artes Marciales son un camino, por el cual el hombre puede aspirar a alcanzar la gracia en armonía con las fuerzas de la naturaleza; en consideración, también puede obtener la confianza en sí mismo a través de la honestidad de su fervor.

Es en el transitar de este camino, cuando en un momento dado el Artista Marcial se interesa en ayudar a los demás; independiente de su nivel de habilidad y comprensión, se convierte en un autentico seguidor de la vía de las Artes Marciales, pues es en ese momento cuando al intentar ayudar a otros, descubrirá sus propias debilidades y posiblemente sus propias respuestas.

Esto no debe ser tomado ni entendido con ligereza, pues profundamente implica un autentico sentimiento de reconciliación, un relajamiento de la mente y de un paulatino sometimiento del propio ego; y es en este preciso momento donde el estudiante se convierte en un Maestro.

Para algunas personas este proceso “despersonaliza” y creen que alcanzar la desnudes pasional es una utopía; así que para ellos el Maestro de Artes Marciales es una ficción, cuyo personaje para sus propios intereses puede ser torcido y desfigurado.

Entonces no es raro ver a arrogantes, opresores y dominantes, demandar ser reconocidos como “Maestros”… y es aquí en este punto en donde nace la pregunta: ¿Quién merece ser llamado de verdad, Maestro de Artes Marciales? Pues estos “Maestros” desconocen o distorsionan su papel en la sociedad y creen que su misión consiste más en promoverse a sí mismos, que en servir como auténticos mentores.

Inculcan en sus estudiantes valores ó metas inútiles y los instigan al punto del adoctrinamiento, intentan que profesen su misma ideología y manejen sin problemas su misma moral; buscando anular por completo la natural necesidad de sus estudiantes de recorrer su propio camino, en donde quizá ellos podrían descubrir la posibilidad de su propia y autentica condición de Maestros.

Si mi Maestro ha muerto, o si es ausente y frío, o si es un tirano y me maltrata, o si era maravilloso pero ahora no está, entonces, ¿Quién es mi Maestro ahora? ¿De donde saco esos sentimientos de protección, autoridad, confianza, experiencia y sabiduría para vivir? ¿Cómo puedo evocar una inspiración que de alguna manera de a mi camino la orientación que necesita?

Sin el Maestro hay caos, conflicto y tristeza en el camino del Artista Marcial.

El Artista Marcial que esta en su proceso, seguro habrá de sufrir la debilidad, la impotencia y la vulnerabilidad en su propia soledad e individualidad, y estando abierto a aceptar esta experiencia, aprenderá a recurrir a su ingenio y no a su fuerza, y talvez si tiene el corazón, podrá evocar en el nivel marcial y social una maestría repleta de humanidad.

El Artista Marcial que toma como suya la responsabilidad de formar personalidades y de transmitir valores espirituales esta muy por encima de aquel cuya dudosa moral y pobre conciencia obliga a sus estudiantes a llamarle “Maestro” y ni que decir de aquel que está, más preocupado de entrenarse a costillas de sus estudiantes que de ayudarles en su crecimiento.

La vía de las Artes Marciales, nos da a entender que si no respetamos los ancestros con reverencia y animo iniciático, no tendremos en nuestro camino colectivo una maestría que nos sostenga. Sin ese profundo espíritu del Maestro, nos quedamos con personas que están dispuestas a desempeñar este papel en beneficio propio, exhibiendo los símbolos superficiales de la maestría, pero nunca el alma de un verdadero Maestro.

Un Maestro es alguien cuya visión y conocimiento están arraigados en un mundo secreto que esta conectado con sus ancestros, es decir, con aquellos que lo han precedido y que han creado el legado que él ahora toma en sus manos. La orientación de la sabiduría y la sensibilidad moral de un Maestro, proviene de las voces de los Maestros que ya no están en este mundo ó en esta vida, que con su legado nos heredan sus reflexiones más profundas.

La Vía de las Artes Marciales nos enseña, que es un desafío encontrar al Maestro profundo y que no debemos satisfacernos con sustitutos sin contenido. No hay camino fácil para llegar al Maestro, ni manera simple de establecer la propia maestría; y sin embargo, sin la orientación y autoridad del Maestro mítico, nos quedamos desorientados y descontrolados.

La verdadera maestría en las Artes Marciales no es evocada por la fuerza ó el engaño, sino por la iniciación en el amor de manera profunda y transformadora. Aspecto vital, pues sin él no habría continuidad ni futuro y el legado desaparecería para siempre.

La maestría de un Artista Marcial debe ser usada para promover la comprensión y la paz a su alrededor, y esta es la más importante contribución que puede hacer a nuestro mundo.

ENTELEQUIA

HEISEI No.1 • Mayo 16 2006

(En la filosofía de Aristóteles, fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona.)

"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti un resorte misterioso de un ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás.”
José Ingenieros


El Budo Taijutsu es una expresión humana, desde un punto de vista que nos ilustra extraordinariamente, sobre como procesos naturales que consideramos ajenos y que se manifiestan sutiles e imperceptibles ó estruendosos e impactantes, no están realmente fuera de nuestra condición humana.

Somos hijos privilegiados de madre natura, que hemos salido de las cavernas para dar forma al mundo en que vivimos, ciertamente imperfecto y evidentemente susceptible de ser mejorado continuamente, aunque en la mira estén los mundos virtuales, sintéticos y programados, la naturaleza pugna por la perpetuación no sólo de la vida, si no del desarrollo de la conciencia.

Pero más allá de una exposición o un acondicionamiento, el Budo Taijutsu nos incita al descubrimiento de esas cualidades genéricas y particulares que nos han hecho tanto seres humanos como personas.

Hoy son muchos los que en el mundo practican las artes marciales, desde diferentes puntos de vista, sin embargo, independiente de todas esas perspectivas, en esencia los artistas marciales de hoy como en antaño, se enfrentan constantemente a una situación de carácter vital, y esa cuestión es la vida y la muerte. Por supuesto, antiguamente, esta situación era mucho más urgente de lo que tenemos que vivenciar hoy en día.

En el entorno actual, el artista marcial tiene que enfrentarse a una amenaza, si no física si de consecuencias equivalentes; que se oculta en el interior de sí mismo principalmente, pasando desapercibido en los habituales propios pensamientos, palabras y acciones; en donde por generaciones se ha gestado un virus, declarado enemigo de la perfección: la mediocridad.

Los artistas marciales son, como todas las personas que forman parte de una comunidad, participantes de una gran masa humana y en este sentido tienen también sus cualidades y vicios potenciales; pero es un asunto netamente individual, el que el artista marcial quiera diferenciarse, ejerciendo su opción de perfeccionamiento personal. Pero esto, desde mi punto de vista, aunque importante no es una certeza ambicionada ni mucho menos alcanzada por todos.

No es en el misterio ni en el azar de este mundo, de donde surge esa necesidad de conocimiento que puede redimensionar la vida del artista marcial, pero esta necesidad, más allá de una decisión, debe ser resuelta en una acción de verdadero coraje, para poder dirigir los propios pasos hacia los duros caminos de la perfección.

En este andar el caminante despertará al constatar la realidad de su propia desaparición, así entrará en la conciencia de la muerte y de ahí descubrirá sus nexos con lo divino.

¿Cuantos artistas marciales hoy en día son tan concientes de su mortalidad?, sino hasta el momento mismo, cuando el cuchillo, la bala o el mazo destruye no solo su tejido corporal y mental, sino también su mediocridad construida en rutinas, series, esquemas, sistemas y formas, impuestos por otros, cuya parálisis no es si no el resultado de sus prejuicios.

Cuando los artistas marciales, inculcan la doctrina de la fuerza y la superioridad física como el método infalible, están negando quizás sin saberlo, la estrategia esencial que permitió sobrevivir a nuestros antecesores cavernícolas, en un entorno salvaje dominado por fieras físicamente superiores; en contraposición el hombre primitivo utilizo su inteligencia, estrategia que le permitió sobrevivir, y no solamente pudo colocarse en la cumbre de la cadena alimenticia, si no que además fue también capaz de crear una civilización.

Hoy se supone, que seguimos vías marciales que en antaño demostraron su eficacia en el campo de guerra y por lo cual merecieron su supervivencia histórica pero esto solo fue posible porque tanto sus gestores como sus seguidores entendieron la “fuerza” en términos de astucia e inteligencia y también de adaptación. ¿Cuántas castas guerreras sucumbieron ante la fuerza de las armas de fuego y del advenimiento de una era moderna?

Hatsumi Sensei, expresa la siguiente:

“No es necesario para vivir como ser humano, estar obsesionado por saber quién es fuerte y quién es débil. Un animal sí, necesita ser fuerte para sobrevivir en un entorno animal, pero las personas pueden vivir sin tener en cuenta la fuerza física.

Esta es la característica más maravillosa de las artes de lucha humanas.”


Este es precisamente el quid del asunto.

Cuando una persona decide aprender artes marciales no significa que debe involucionar, es decir, dejar de ser humano para convertirse en una bestia salvaje, creyendo que esto le hará mas fuerte y hábil para la lucha; una cosa es la inspiración en las naturales cualidades de los animales y otra muy diferente aspirar a ser como uno de ellos.

El perfeccionamiento humano tiene indiscutiblemente un lugar privilegiado en las artes marciales, aunque sus ritmos difieran mucho entre sí; pero el crecimiento de la experiencia personal depende directamente de una actitud sumisa o emancipada del yugo de la mediocridad.